domingo, 28 de septiembre de 2008

ALMABRIL

Ignoro, por fortuna
la dirección definitiva de las hojas,
y el motivo que las conduce,
que nos empuja
desde acantilados momentáneos,
a despecho de una hora, de un encuentro;
no juzgo en el aire: imaginariamente
me voy con ellas, muero lejos.
Pero el alma se divorcia,
inalterable por su condición de peregrina
donde la desolación
recogió frutos, para marchar.
Ella, libre al fin
deja su nombre como una flor
sobre el lugar que amamos,
y convoca la llama por voz
reclamando
ante las máscaras
su resabio cardinal.

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