sábado, 6 de septiembre de 2008

SEBASTIAN OLASO

I

Se desprende de mí, se cae, se deja absorber por la tierra
y me seca la mirada.
Toda su materia se escapa como un soplo
y yo no puedo llamarla porque no sé su nombre.
Hubo un tiempo, sí, un tiempo en que sus hebras
nadaban por mi sangre
y su perfume se extendía con tanta claridad,
que incluso el viento de la noche parecía un relámpago.
Pero ya no. Ya no la guardo. Ya no me protege.
El agua, el pan, las uvas que cada mediodía
se enredaban con sus pasos,
han partido. Sólo queda el licor. Sólo la piedra.
Nada más que el hierro manchado de cenizas,
cubierto por un polvo de cansados adjetivos que esperan sepultura.
¿Qué voy a hacer ahora que estoy deshabitado?
¿Por qué permanece esta cáscara, esta máscara sin boca,
por qué estos labios sin boca, este llanto sin boca,
este sentir sin palabras? (De "Control sobre mis ojos", Yaguarón Ediciones, 2006)

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