jueves, 25 de septiembre de 2008

VIII

Que nada empañe
tu paisaje, vino afiebrado.
Revelas un pacto
que inunda de pájaros el estío.
Como ella caminas en mi sangre,
incansable.
Elevo mi copa
para devolver al misterio
aquella calma primera
y nacerte.

IX

Bailará la lluvia sobre tu espalda.

De una calle hablan los párpados
donde juegan el velero y mi mano;
vacila otra vez el gorrión
apremiado por los augures del viento.
Como sólo puede revelarlo el día:
un paso alargando el bosque de palabras
y el deseo de quedar
junto a la rama que adormece la lluvia.
Vendrás.

X

Jugar abeja
en tu rastro silencioso. Enumerar labios
fuera del diálogo
triste que reparte el mundo.
Llover memoria
y no regresar...

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