domingo, 28 de septiembre de 2008

NO PUEDE EL TREBOL ACUNARTE

I

Aquí me encuentro, ante un siglo que agoniza
junto a mis hermanos,
contemplando las torres amenazantes.
Ha corrido demasiada sangre
sobre la tierra; ese caudal inexplicable,
ese dolor que a unos pocos conmueve
nada tiene en común con el océano.
Están conmigo padres y madres, con ilusionados hijos
naciendo todos en cada jornada
para luego morir, de este lado del crepúsculo.
Ahora, la llama de la vida
se abate tristemente a los cuatro vientos;
ahora, la mano de la muerte
acaricia y asusta, para sí esconde
monedas e inciensos.

De pie, desnudo como una estatua
extiendo mi brazo;
quienes me rodean no llegan a él.
Saben de la memoria, de amargos vinos
derramados en el preludio del alba.
Hay anhelo de una libre paz
como la hizo volar Picasso en su paloma.
Pero también hay fantasmas errantes,
esos amigos del Poe atormentado.

II

En este intento del verso
se mezclan voces y gritos; multitudes
que sufren, que aman, que esperan
y entre tantos terribles silencios
descansarán cerca de mí, algún día.
Quisiera desangrarme al igual que Vincent en sus telas,
y salir después convertido en huracán
dispuesto al azote de los responsables.
De pie, callando mi vergüenza
hecha de ciegos funerales.
"No puede el trébol acunarte."
No. Me acunan los fuegos,
las soledades ajenas, el viento.
Pretende el mundo aturdir
a través de este siglo derrotado:
sus lamentos no acallarán mi voz.

III

Que se detenga la esperanza,
que permanezca el canto con su luz milagrosa!
El trébol no puede acunarte, hermano
el trébol no puede acunarte, hermana;
sólo podemos descansar mientras la lluvia
persiste, entrando en la tierra
y lavando heridas.

Aquí, presente: estatua de ojos tristes
apartada de la vida real
que se llena de sol y de murmullos.
Duele cada hora que pasa,
duele el año que sentencia,
duele la vida entera.
"No puede el trébol acunarte."
No. El trébol acuna
a los pequeños seres que no piensan.
ALMABRIL

Ignoro, por fortuna
la dirección definitiva de las hojas,
y el motivo que las conduce,
que nos empuja
desde acantilados momentáneos,
a despecho de una hora, de un encuentro;
no juzgo en el aire: imaginariamente
me voy con ellas, muero lejos.
Pero el alma se divorcia,
inalterable por su condición de peregrina
donde la desolación
recogió frutos, para marchar.
Ella, libre al fin
deja su nombre como una flor
sobre el lugar que amamos,
y convoca la llama por voz
reclamando
ante las máscaras
su resabio cardinal.
ASCHENBACH

¿Quién te aguardaba?

Bajo el pálido cielo veneciano
cobró forma semidivina tu tormento
para que sólo una luz
tornara estallido
el crepitante fuego de tu alma.

El penúltimo peldaño te vio tambalear
alcanzando, a tientas, el filo peligroso
y ya no pudiste detener
ese incierto vendaval de tinieblas,
colmado de pasión y silencio.

Allá,
Sócrates y Fedro desentrañan el agrio misterio
a través del que escapa tu vida
lentamente
como aletear herido de golondrina
en el corazón del crepúsculo
vuelto góndola.
AMBITO

Preocupa este dolor de mirada vacía
y pie descalzo entre unos pocos sueños,
el vientre con su esperanza lunar
repartido ya por si acaso.
Estamos como siempre
enumerando la sombra de los despojos,
aunque otros maldigan al viento.
Alza la espiga
eco de luz
mientras un hombre camina solo
irremediablemente anónimo.

S fuera posible incendiar
los definitivos corredores
donde anida ese mal
que nadie prolonga en la palabra...
Desde la remota siesta del café virgen
hasta el sangriento destino de las calles,
no puede la plegaria
no alcanzan los olvidos.

Cuando una mano encuentre su rumbo
para surcar este cielo sublime
junto a otras,
los mártires tendrán calma
en la bóveda azul de la memoria;
al barro volverá un aire viejo,
se cantará la bienvenida y el hombre
irá con el sol a imaginar mañanas.
CESAR, DE AGUACERO Y RECUERDO

Cuánto ha mentido este mundo
desde las pupilas irritadas al dolor mismo;
de una vereda a otra, a otro umbral.
Y cuánto hay de quieto en la vida...
Aborrezco el número infame
ante la fuerza del corazón.

Ay de nosotros, César.
Ay del espanto, del confín celeste
y de la hora que no sirve.
REVELACION

El aire nos abandona en cada curva
del destino. Y el resto pertenece
a una crónica, indiferente ya.
Motivo semejante valdría para otros
(prolongación de la misma sombra humana)
como cifra perfecta en la huida.
Detrás de la bahía sin ataduras
anida el arte, respiración forzosa
para detener la sangre a tiempo.
Queda el brillo mojando esa rama tibia
cuando negro es el sol
y nada creemos.
SESGO

A mitad de camino
con el viento y la lluvia
en arena de soledad
somos ángeles;

pero al final,
cuando la huella se olvida
un tibio ánimo de distancia
queda callado.

Aun teniendo
la mano del vino por ayuda
ya sin alas dormimos,
como crisálidas.
HA DE BRILLAR ESE PERFIL...

Ha de brillar ese perfil que acompaña al día
con el difundido silencio de la estatua
o la senda callada del labriego.
Entre ciertos malabares, caerá el cordón de la palabra
y entonces otra luminosa vista
irá bordeando lo que fuiste
al negar.
Está preparado el encuentro de innumerables arlequines
bajo un sol enteramente blanco
y soberbio.
También el centro de la vida
celebra con la música
que impulsa
la distancia de los pájaros
reunida por el corazón,
que ya se acerca.

ORILLA EN LA SANGRE

¿Cómo puede el hombre
sentirse a sí mismo,
cuando el mundo asume?

Carlos Drummond de Andrade

CERCANO AL INTIMO ESPACIO DEL VUELO...

Cercano al íntimo espacio del vuelo
voy como la noche a capturar videncias
y apenas herido juego con la red,
eslabono el crujir de la sombra.
Dibujan los árboles, la misma torre
que echa a correr hacia el crepúsculo
y lo distante, allí donde
parece una clave suprema tu mentira.
Confiesa la niebla otra virtud,
acaso llegue a una decisiva
pasión. Semejante al agua, huyendo
para renacer.
Dejamos de brillar en el desencuentro
y nada vale como respuesta
si este camino inunda las cosas
de infinito vacío.
He saludado con tu geografía
gustada el ámbito paralelo,
rutina del pasado que vibra,
duele y amenaza.
Aunque haya demasiado adelante,
el reloj seguirá confundiéndose
conmigo. El viento escribirá en el arco
debajo del cual descubrimos un sol.

sábado, 27 de septiembre de 2008

DEVENIR

Alguna vez tendremos el corazón preparado.

Lo saben aquel misterio
de impostados caminos,
y esta luz
que no sucumbe al ojo desnudo.
Precipitando batallas
viene a jugar la misma suerte
donde no aguardamos
y por fin se somete
con su adentro hecho carne.
Lucha inútil:
vecina creciente de horas o milenios.

Sólo resta el principio.

Un vacío abrumador.
TENTATIVAS DEL FUEGO

He contemplado en la siega de agosto
su avance, espontáneo y fatal.
Naciendo a través del grito
viene a calmar una sed caprichosa
y levanta su crónica
hecha con despojo.
Al amor adeuda todos los remansos
imaginables,
hasta el precioso vino
que retorna en cenizas.
Vuelve a girar,
dilata aquel recuerdo
o conmueve
cuando ensaya el simulacro.
Aunque ese nombre
no escape,
aunque la noche
consuma el verdadero espectáculo,
él permanecerá.
Luz que interroga
entre signos de adversidad,
rescate urgente para algunos
y eco sin duda cerca de un perro.

Si del nudo asomara
una mujer,
oh fuego intemporal,
saludaría tu rastro
lleno de olvido.
Pero nada revelas,
y aguardo.
PARA EL REGRESO

Hablen de otra esperanza
cuando la noche acalle su profunda
elegía, pulsada
en la cuerda luminosa de mi sangre.

Hablen de sortilegios
cabalgando con la agonía crepuscular
hacia pupilas
donde aliente un vino nuevo.

Hablen a las palomas
y a quienes dejaron su adiós
en rincones profanados
cerca del miedo impuesto por costumbre.

Y reclamen a voces
aquel amor ciego,
tanta locura
vecina del sol a mediodía.
EXTRAÑO VIGIA

I

Hasta que la brisa desmaye
con el tibio fulgor de todos los niños
donde crezco.
Estancia de la hoja, auxilio prolongado
en múltiples pesadillas
entre el agua y el cielo.
Aguardo esa paz que remite al ojo
de un extraño vigía,
tan profunda y sensitiva.
El mismo ayer acuna otra esperanza
contigo, renaces
como un oscuro pez remoto.
Animo del hacer sabiamente iluminado
-reflejo palpitante, ya nuestro-
junto al revés que posterga la lluvia.
Y es la noche una fuga inevitable
cuando cesa el misterio
cerca de las ataduras o el vicio.
Escribo para el rescate,
alguien sospecha que ha perecido
lleno de ausencia. Escribo.

II

Ocurre que la piel abreva olvidando.
Destino semejante al rocío,
a la música de un encuentro.
Aquella clave imperiosa
devolverá tu camino, ebria
piel en cada huella.

III

Aunque luna sea el dominio
y la cifra, hay una garganta desnuda
que sostiene al fin lo que somos.

IV

Este día conforma la marea
de rostros e ilusiones, casi deriva
al amparo de mil palabras.
Por eso abandonas tu alforja
proclamando, segura, el gustarse
más allá del miedo.
Celebro la delicada florescencia:
estar preparados
para derrotar a la muerte, juntos.

TENTATIVAS DEL FUEGO

Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
de quién seré.

César Vallejo

LIBRE, ABISMO Y NADA

Cuando la noche tiñe de ausencia
esta vastedad, que del silencio es cómplice
a nadie interrogas: hay un abismo
entre tus latidos y tu mirada.
El ayer soñado no basta, apenas brilla
como débil destello en cárcel de rocío;
necesitas del universo que te acosa.

Por ausente comulgas con estrellas
y lirios, abandonando tu sombra
ante el embate de un recuerdo, de la llave
con la cual te poseen.
Y sobre la piel cimentas el mismo ritual,
piedra blanca, horizonte gris
para quien asiste, a medias disimulado
aunque libre, abismo y nada.

Presumes un límite: ese vago compromiso
donde los colores y las mariposas
parecen ocultar tu distancia,
fuera del viento y de horas amargas.
¿Quién pergeña, confundido, tu epitafio?
¿Quién puede alinear la condena, o el final
o devolver noviembre a la sal de la memoria?
Tal vez descanse un verdugo sobre tus huellas.

No imaginaré la muerte ni la esperanza.
Una y otra alborada para la tierra desnuda
mentiré, testigo de un fuego que pasa
cantando una vida, armoniosamente.
Ahora, sólo ahora voy a renunciar a mí mismo
por si acaso la duda reclama tributo
y se erige como una estatua vengadora
capaz de sondear el abismo con tus mismos ojos.

jueves, 25 de septiembre de 2008

VIII

Que nada empañe
tu paisaje, vino afiebrado.
Revelas un pacto
que inunda de pájaros el estío.
Como ella caminas en mi sangre,
incansable.
Elevo mi copa
para devolver al misterio
aquella calma primera
y nacerte.

IX

Bailará la lluvia sobre tu espalda.

De una calle hablan los párpados
donde juegan el velero y mi mano;
vacila otra vez el gorrión
apremiado por los augures del viento.
Como sólo puede revelarlo el día:
un paso alargando el bosque de palabras
y el deseo de quedar
junto a la rama que adormece la lluvia.
Vendrás.

X

Jugar abeja
en tu rastro silencioso. Enumerar labios
fuera del diálogo
triste que reparte el mundo.
Llover memoria
y no regresar...
VII

Es el momento de retornar a la sombra
con la llave desconocida, golpeando
la misma puerta del barro
hasta enrojecer el talle de la madrugada.
Muy poco habrá de la memoria
cuando el aire se quiebre,
y el niño intentará otra vez
arrojar bien lejos su mirada.
El cielo se ha poblado mansamente
de árboles de humo;
crece la voz de quien reclama
debajo de mil noticias su nombre.
Alterna y canta, brilla y se descarna
la lluvia que dibuja pordioseros
con la mano vecina de la nada
yéndose...
Si la palabra llenara de remolinos
tu boca, en este momento
subirías la silenciosa escalera
de mi corazón.
VI

Ha pasado la tarde
por ese delgado mensaje
que lleva a tus ojos.
Ya no cuenta
la brisa,
creciendo cerca de la espiga.
Ni el perfume
sugerido por un rostro en el tiempo.
Ni el traje
donde todos ríen.
Llegue al fin
el grito de sabernos
arena o repentina luz.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

IV

Dibujan el ala que apresura tu adiós.

Códigos para dejar atrás al mundo,
y la única angustia, inevitable.

Ah, si al menos
encontrara un árbol en el viento,

una historia tan acabada
como el silencio de las manos.

Tu adiós recorta en muchas direcciones
la marea del ayer.

Y dibujan.

V

Desde la noche ha llegado la noticia
de fogatas que te olvidan;
permanece a mi lado el tibio
secreto de una hoja,
liberando al ayer.

DESDE ABRIL, MAREA INCONCLUSA

Busco el signo
perdido, el único testimonio tuyo, la única
gracia recibida.
Y el infierno es verdad.

EUGENIO MONTALE

I

Cuando los árboles vagan de sombra
lejos
quedan vestigios de una triste
tierra dormida...
Sube una canción para seducir a la luna.

II

Llamo.
Desde mi mejor latido,
llamo.
Y solamente vienes
cuando parece arrepentido el día.

III

Hasta el vacío sobrevivir
a los fragmentos
tiene tu nombre y me fatiga.
Nada he podido contra el cielo
de momentáneos prodigios;
ahora reniego
del serafín mutilado.

Una voz naufraga en las cosas,
viene a decir y no sabe.

Empeño de árbol enamorado
hay en el dolor,
alguna gracia clamando
ante un ayer que no convida.

ORILLA EN LA SANGRE (1989)




sábado, 6 de septiembre de 2008

ADOLFO BIOY CASARES

Retrato

Conozco a una muchacha generosa y valiente, siempre resuelta a sacrificarse, a perderlo todo, aun la vida, y luego a recapacitar, a recuperar parte de lo que dio con amplitud, a exaltar su ejemplo, a reprochar la flaqueza del prójimo, a cobrar hasta el último centavo.

ENRIQUE ANDERSON IMBERT

El cigarrillo

El nuevo cigarrero del zaguán -flaco, astuto- lo miró burlonamente al venderle el atado.
Juan entró en su cuarto, se tendió en la cama para descansar en la oscuridad y encendió en la boca un cigarrillo.
Se sintió furiosamente chupado. No pudo resistir. El cigarro lo fue fumando con violencia; y lanzaba espantosas bocanadas de pedazos de hombre convertidos en humo.
Encima de la cama el cuerpo se le fue desmoronando en ceniza, desde los pies, mientras la habitación se llenaba de nubes violáceas.

SEBASTIAN OLASO

I

Se desprende de mí, se cae, se deja absorber por la tierra
y me seca la mirada.
Toda su materia se escapa como un soplo
y yo no puedo llamarla porque no sé su nombre.
Hubo un tiempo, sí, un tiempo en que sus hebras
nadaban por mi sangre
y su perfume se extendía con tanta claridad,
que incluso el viento de la noche parecía un relámpago.
Pero ya no. Ya no la guardo. Ya no me protege.
El agua, el pan, las uvas que cada mediodía
se enredaban con sus pasos,
han partido. Sólo queda el licor. Sólo la piedra.
Nada más que el hierro manchado de cenizas,
cubierto por un polvo de cansados adjetivos que esperan sepultura.
¿Qué voy a hacer ahora que estoy deshabitado?
¿Por qué permanece esta cáscara, esta máscara sin boca,
por qué estos labios sin boca, este llanto sin boca,
este sentir sin palabras? (De "Control sobre mis ojos", Yaguarón Ediciones, 2006)